(04 DE OCTUBRE, 2021) Por J. Jesús Esquivel.
Washington.– A 12 días de que se cumpla un año de la noticia que sacudió a las fuerzas militares del país —el arresto del general Salvador Cienfuegos Zepeda en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, California—, debo informar que Alejandro Gertz Manero sabía con antelación que la DEA investigaba y planeaba capturar a quien fuera secretario de la Defensa Nacional en el sexenio de Enrique Peña Nieto.
Aproximadamente en los meses de septiembre y octubre de 2019, acudí a tres reuniones “off the record” con funcionarios del Departamento de Justicia, en ese momento bajo la presidencia de Donald Trump. Los funcionarios a quien por respeto inapelable a las reglas del reporteo debo mantener bajo el anonimato, me informaron que el gobierno estadounidense llevaba a cabo una investigación judicial por delitos de tráfico de drogas y lavado de dinero en contra de un personaje cuya captura sacudiría las entrañas del poder civil y militar de México.
En el primer encuentro me dieron solamente una pista y rechazaron revelarme el nombre del personaje bajo la lupa de la DEA y el FBI. “La investigación lleva el nombre de ‘Operación Padrino’”, me adelantaron las fuentes del gobierno estadounidense.
¿Por qué darme información confidencial? Lo entendí de inmediato cuando me argumentaron que por ningún motivo podía publicar nada a menos que consiguiera la confirmación del dato por parte de las autoridades mexicanas. Los funcionarios querían cotejar la información.
Me hice el occiso y dejé pasar los días hasta que se llegara la cita para el segundo encuentro “off the record”, no averigüé nada. Deseaba que me dieran más detalles para poder buscar a las fuentes del lado mexicano que pudieran corroborar el asunto.
Para la segunda reunión, los funcionarios estadounidenses mordieron el anzuelo de mi estrategia; “Se trata del exsecretario de Defensa en la presidencia de Peña Nieto, suponemos que conoces el nombre del general y como evidencia tenemos una grabación en la que se le identifica con el apodo de ‘Padrino’, por eso se llama así la operación”, me dijeron los funcionarios del Departamento de Justicia.
Se me quemaban las habas, pensé que sería la nota del año si lo lograba confirmar y publicar en Proceso. Me hicieron otra acotación; un reportero del diario The New York Times a quien yo conocía, había también recibido los mismos tips y bajo las mismas condiciones.
Lo primero que hice fue informar a mis jefes en Proceso de la papa caliente que tenía en las manos. Se acordó la total discreción del asunto hasta poder corroborarlo. Busqué al colega del Times quien también había sido informado de que yo estaba tras la nota. Quedamos de acuerdo en investigar cada uno por su lado, comparar notas y, que si lográbamos obtener confirmación de la presunta colusión de Cienfuegos Zepeda por parte del gobierno de México, publicaríamos el texto firmado por ambos y al mismo tiempo en Proceso y en The New York Times. Nuestros jefes y editores lo avalaron.
Al primer funcionario mexicano que busqué fue al fiscal general de la República, Gertz Manero. Se sorprendió y alarmó por el asunto. “Es gravísimo”, me dijo por teléfono. Quedó de averiguar y de comunicarse cuando tuviera algo. Recibí su llamada como a la semana y media. “No tenemos nada, ningún indicio”, me confesó, exhortándome a que si podía, le diera detalles más concretos de lo que pudiera tener la DEA o el FBI como evidencia en contra del general.
Se hizo la tercera y última reunión “off the record” con los funcionarios del Departamento de Justicia. Sin revelar la identidad del funcionario mexicano les comuniqué que en México no sabían nada. Dos días antes, mi colega del Times me había comentado que hasta ese día eran infructuosas sus averiguaciones reporteriles. Les pregunté a los funcionarios si podía compartir lo de la grabación del presunto audio con la voz de Cienfuegos Zepeda hablando con un operador del Cártel de Sinaloa. Me respondieron que sí. Acordamos que ya no habría reuniones en persona, sólo conversaciones telefónicas.
Llamé de inmediato a Gertz Manero, le comuniqué lo de la grabación, lo noté más preocupado y se comprometió a buscarme si tuviera algo. En paralelo, también por teléfono, hablé del caso con un secretario de Estado del gabinete del presidente Andrés Manuel López Obrador, todo esto antes de que iniciara 2020.
Pasaron los meses, mi colega del Times y yo estábamos desesperados, no lográbamos nada. Sin la corroboración mexicana estábamos impedidos a publicar. Revelarlo hubiese sido un delito; obstrucción de la justicia, bajo las leyes de los Estados Unidos.
En abril de 2020 se dio por fin la otra plática telefónica con Gertz Manero, nada, no sabía nada. Su preocupación ya no era notoria y pensé que simplemente imaginó que todo fue un invento mío. Le notifiqué que ya lo sabía un secretario de Estado del gabinete presidencial. Me preguntó el nombre y se lo di.
En el verano del año pasado y ante mi fracaso por confirmar la información para publicar la “nota del año”, consulté e informé del asunto a una representante diplomática del gobierno de AMLO. Tampoco estaba enterada, pero se alarmó notablemente porque correctamente ponderó lo grave de la situación.
Ni en Proceso ni en el Times logramos conseguir a una fuente mexicana con datos del caso para que el Departamento de Justicia nos permitiera publicar el texto. Se vino el arresto en Los Ángeles y el resto es historia.
*J. Jesús Esquivel es periodista, escritor, editor y productor mexicano. Actualmente es corresponsal en Washington de Proceso y colaborador de Aristegui Noticias.